Abel Alonso
Mucho se ha hablado y escrito sobre la hipotética convivencia de las tres culturas medievales en los reinos españoles: la cristiana, la musulmana y la hebrea. La larga reconquista las llevó, por fuerza, a una relación permanente y cambiante, en función de intereses castrenses, religiosos y económicos. No existía otra alternativa para aquellos habitantes de una misma configuración geográfica en permanente disputa. De estas disputas y avenencias nos han llegado infinidad de testimonios históricos, pero apenas noticias del quehacer diario del pueblo llano, sufridor de las vicisitudes guerreras y doctrinales en las que se empeñaban sus reyes y señores feudales. En 'La hoja de trébol y el ramo de azalea', el autor desciende hasta esas clases sociales, denominadas pecheras, para encontrar el sincero sentir en sus creencias y la resignación en su pobreza, fruto del despotismo de sus gobernantes civiles y religiosos. La Primera Parte de la obra relata el penoso retorno de las campanas de la mezquita Cordobesa a su lugar de origen en Compostela, a hombros de castigados musulmanes. Así reparaba el Rey Fernando el robo sacrílego, llevado a cabo por Abderramán III. Les acompañan en la ruta cuantos habitantes del reino califal emigran a tierras de Castilla en busca de mejor vida. Ese largo éxodo es el yunque en el que se van fundiendo las tres creencias, las hojas de Trébol, a los duros golpes del hambre, la enfermedad y la hostilidad. La renuncia a lo propio a favor de lo común, les lleva a la conclusión de que les une un único deseo: La Paz en la Tolerancia: las tres hojas trébol se vuelven un ramo de azahar. Y así fundidas entran en el altivo Toledo, capital del Reino, que las menosprecia, pero al que contaminan, finalmente, de ese espíritu, hasta dar a luz a un nuevo y fecundo Toledo, que llega a ser el faro de Occidente. De esto trata la 2ª Parte de la obra.