Eva Pérez Fernández
Érase una vez con la ausencia pegada al pecho y unos sueños a los que llegar tarde. La soledad se le revela dentro, y la increpa con sus versos más tristes: ya lloró por todos. Entonces, corre, olvidada bajo el mar, en unas aguas que nunca la complacieron, respirando el eterno silencio de los sueños que huyeron de sí ¿O fuiste tú, lector? Y ahora tú y ella, como la vida, tenéis una relación de confianza: no se olvida de ella, nunca la abandona. Silencio, no puedo olvidarme.