Julio Miralles
Bajo la ficción de tratarse de un documento encontrado a orillas del Mar Muerto, un traductor del arameo lleva al español el manuscrito de Jesús sobre su propia vida, que le habría dictado el apóstol Mateo antes de ser prendido. Esta obra parte de un punto de partida diferente y original, no explorado con anterioridad. Siguiendo las últimas investigaciones arqueológicas alemanas y norteamericanas, esta novela quiere retratar al Jesús estrictamente histórico, firmemente anclado en su tradición judía original y despojado completamente de lo que el cristianismo le agregó después, es decir: la resurrección vista como una necesidad por San Pablo. Por este motivo, el título «Jesús» y no «Jesucristo», como hiciera el escritor portugués José Saramago. La investigación nos muestra cómo los evangelios son bastante posteriores y que, dado que la nueva religión cristiana se extendía por todo el territorio ocupado por Roma, los cristianos necesitaban cortar lazos con la tradición judía. Los judíos, después de sus tres grandes rebeliones contra el imperio (la última del 132 al 136 d.C.) se convirtieron en el primer pueblo desterrado por Roma, por eso hasta el nombre del territorio cambiaron por el de Palestina, un viejo nombre filisteo.